Batallitas roleras III - El mago loco

Estimados damas y caballeros.

He estado disfrutando de la compañía de un buen amigo y jugador perenne en mi mesa desde casi el comienzo de mis andaduras como director de juego, lo que nos hizo recordar y narrar a otro amigo nuestro, más novato delante de mi pantalla, una serie de anécdotas de la campaña de dos años de duración que, aunque la jugáramos con el infame D&D 4ª, recordamos con mucho amor. Hablando de los PJ que había en el grupo, este amigo que nos visitó (el jugador del famoso Léanal que menciono en esta entrada y que inspiró esta otra) y un servidor sacamos a colación a un jugador levemente problemático y su PJ: Arageon (no es su nombre real, es el que cogí en mi intento de novelizar la campaña), un Eladrín Mago.

Todo el mundo se imagina esto al hablar de un Eladrín Mago, pero...

No era así ni de lejos, más bien era algo así, pero sin barba:

Primero me quiero centrar en la parte negativa y luego en la positiva de ambos, tanto el personaje como el jugador. Siempre que leo sobre malos comportamientos y actitudes en la mesa, me parece que se describen desde un podio de superioridad moral, lo que no me gusta e intento evitar, pero soy un mero mortal y seguramente me equivoque a la hora de usar el tono adecuado. Aún así, intentaré reflejar mi versión de la realidad, donde nada es blanco o negro puros, todo tiene distintos matices de gris.

Este jugador no solía avisar nunca de si asistiría a la sesión o no, así que yo preparaba las partidas con una sensación de aleatoriedad enorme, lo que me me fue útil para aprender a improvisar sobre la marcha. Tengan en cuenta que jugaba en mesa, así que no llevaba tanta preparación como jugar en Roll20 o plataformas similares, con unos folios, lápiz y borrador, y el Manual de Monstruos tenías para toda la tarde. Sus expectativas en la campaña (me niego a usar "agenda" como los angloparlantes) consistían en soltar la patochada más gorda para hacernos reír. Esto varias veces era bueno, hacía que la trama se relajara y descansáramos de los arduos combates de la 4ª edición. Otras, sin embargo, era un incordio y rompía el buen rollo.

Como personaje, esto se traducía en que Arageon solo quería las recompensas monetarias o joyería para raspar el oro, la plata o el cobre y esnifárselo. ¿Objetos mágicos? Ninguno, no era un jugador Munchkin al uso. Otro rasgo del personaje es que lo resolvía todo robando.

¿Hay una sirena entonando un cántico sensual que atraía a los héroes a una muerte fatal? Me preguntaba si podía tirar Hurto.

De hecho, en la escena de la imagen, que juro por los dioses que es verídica, pidió tirarlo, me reí, sacó un crítico y tuve que narrar cómo le robaba el sujetador de conchas a la sirena, lo que provocó que dejase de cantar y la mesa se riera a carcajadas. Muchas veces, no hacía gracia, sobre todo cuando pedía robar a otros jugadores que no le dejaban el objeto o la carta que estaban investigando.

Otra de sus ocurrencias tenía que ver con otro de los personajes: Drace, una clérigo de Pelor, el dios del sol y del verano.

Entre sus atributos se encuentran la luz, el fuego, la curación, el tiempo y la agricultura.

La Sra. Graves (la jugadora de Drace) tiene muchísimas virtudes, pero sacar buenas tiradas en los juegos de rol no es una de ellas. Falla mucho, aunque tire con ventaja. Drace no fue la excepción. Este jugador cogió la costumbre de lanzar un hechizo similar después de ella, así que empezamos a bromear con que Drace rezaba y Arageon, que era Pelor, usaba el poder en su lugar. Así nació el mito de que Arageon era Pelor, lo que Drace se negaba a creer.

Irónicamente, en mis notas de DM, Arageon sí era Pelor. El verbo se hizo carne cuando unos villanos conocidos como el Imperio Michanikós, que alimentaban tanques y barcos voladores con el residuum de las criaturas y objetos mágicos, estaban extrayendo la esencia mágica de Arageon y murió, salvo que su cuerpo fue ocupado por un avatar de Pelor, lo que lo trastornó un poco en el proceso. Finalmente, como el jugador perdió el interés y dejó de venir, Arageon acabó librándose de su parte físical y Pelor ascendió a los cielos, convirtiendo a Drace en su auténtico avatar y representante entre los mortales.

Finalmente, recuerdo que hacía bastantes trampas como jugador. Por ejemplo: los poderes de D&D4ª, presentes en todas las clases de personaje, estaban divididos en tres tipos: a voluntad (pudiéndose usar en cualquier momento), de encuentro (1 vez por encuentro de combate) y diarios (1 vez antes de un descanso largo). Este jugador empleó varias veces Disfrazarse (un poder diario) como si fuera a voluntad. Pensé que quizás no lo hiciera con mala intención al principio, pero, tras comentarle de forma tranquila que se estaba liando y que estaba usando el poder más veces de las que le correspondían, siguió usándolo mal, con cara de que creía que no nos dábamos cuenta. A veces decía que había obtenido un resultado o que se liaba sumando bonificadores para sacar la tirada. Al final, teniendo en cuenta que jugaba 1 de cada 5 sesiones, que éramos 9 jugadores, y que dejó de acudir a las partidas, decidí por dejarlo estar.

La moraleja de todo esto es que mi amigo, mi mujer y yo nos quedamos con lo divertido que era el personaje y, a medida que íbamos recordando momentos y contándoselos al novatillo, esas vivencias se iban tiñendo de un extraño amargor o pena de la mala por el jugador. Muchas veces hay personajes muy chulos que no sacan todo su potencial porque su creador cabrea al resto de la mesa. Creo que no cuesta nada respetar el trabajo y los momentos de gloria de tus compañeros de juego, ser tolerante con ciertas situaciones que se dan en la mesa o en la trama, mimar al Dungeon Master, Director de Juego, Guardian de los Arcanos o Narrador, ser responsable a la hora de quedar para las sesiones y terminar lo que uno ha empezado, y hablar las cosas bien para rectificar actitudes inadecuadas. Parece que últimamente es muy necesario recordarlo, sobre todo cuando el jugador de Léanal se unió a mi mesa porque la suya anterior era muy tóxica, y no saben lo que me alegro de tenerlo a mi lado.

Espero que mi reflexión les haya gustado.

Suyo afectísimo, para Pifias y Rol,

Adam Graves.

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